Puede que algunos desalmados estén con ganas de que los manden a casa y sigan estudiando (o como se llame ese sucedáneo online) o enseñando desde su dulce hogar. Seguro que son los mismos que dedican todo su tiempo libre a muscularse (no el cerebro) o a consumir series de sexo rápido y tiros a diestro y siniestro: no los verás compartiendo materiales.
Algunos se estarán frotando las manos con la posibilidad de hacer uso de ese Google Classroom, ese Teams o ese Moddle con el que solo flipan los pobres inocentes que desconocen el tostón y la pérdida de conocimiento que supone no asistir a clase o disfrutar de un buen taller de Formación Profesional.
Luego quedan los idiotas que no cumplen las normas sanitarias en sus aulas: que prefieren vivir calentitos en clase con las ventanillas chapadas o respirar O² con una mascarilla por la barbilla. Estos también parecen tener ganas de Classroom y sus secuaces, a cambio de no tener que madrugar ni ver a esos jóvenes con dificultades que pueblan los pupitres.
Desde estas líneas, y sin acritud, deseamos a todas estas maravillosas herramientas, que han revolucionado la educación y la FP de este siglo y los venideros, que les den virtual o presencialmente.
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